El Centro Interdisciplinario de Investigaciones de Género (CINIG) organiza una serie de encuentros para leer y debatir el libro "El Segundo Sexo" de Simone de Beauvoir, la obra que inaugura al feminismo como una teoría crítica (Beatriz Preciado dixit), necesaria en el más agudo y fortísimo sentido (sentido de urgencia) de la palabra, que no ha perdido ni un ápice de su movilizadora vigencia inicial. Las coordinadoras del grupo de lectura son Luciana Guerra y Silvana Sciortino y los encuentros se realizan en el aula 827 (8º piso) de
Segundo encuentro: LUNES 1º/6, 16 HS.
-Segunda parte: Historia (Cáp. I,II,III,IV)
Tercer encuentro: LUNES 15/6, 16 HS.
-Tercera parte: Mitos
Cuarto encuentro: LUNES 29/6, 16 HS.
-Cuarta parte: Formación (Introducción, Cáp. I,II,III,IV)
De cara al próximo encuentro (este lunes 1/6), estaría bueno repasar algunos de los conceptos más pregnantes de la segunda parte del libro. En el comienzo de "Historia", Simone de Beauvoir se propone indagar en los orígenes antropológicos de la histórica investidura de la mujer como
Con el descubrimiento del útil material (el bronce), herramienta de conocimiento y transformación del medio natural, el hombre conquista definitivamente su entidad de sujeto histórico al cuestionar los designios oscuros y caprichosos de una exterioridad incierta que se lo envuelve (
La lectura mítica de la mujer como matriz deja de legitimarla y se convierte en el motivo ontológico de su degradación frente a la orgullosa primacía del sujeto masculino, desplegando una antinomía elemental cuya vigencia no ha dejado de resonar en muchísimos gestos contemporáneos (principalmente, aquellos en los que se sustentan ejercicios de socialización básicos, la patria del sentido común, lugar de naturalización y difusión de muchos discursos de la opresión y la asimetría): el hombre produce/la mujer reproduce; el hombre construye a la historia/ la mujer permanece ajena al transcurso histórico; el hombre es artífice del cambio y de la acción/ la mujer es promesa de permanencia: el hombre se proyecta hacia la prosperidad (material, moral) de la trascendencia, la mujer es confinada a la esterilidad (material, moral) de la inmanencia. Hombre sujeto, mujer objeto. En una sociedad donde el guerrero y el pionero eran los estandartes del logro y la trascendencia humana, matar o morir (acciones-opuestas-complementarias que se desprenden de decisiones capitales de un sujeto que se afianza en cada una de ellas) adquiere un valor socio-institucional mayúsculo con respecto a la posibilidad de perpetuar la vida; la trascendencia pasa a ser considerada como la intervención sobre la vida misma (desafiando su finitud y fragilidad) y no su reproducción. Mientras que el hombre se expande, la mujer se constriñe, encuadrándose en los márgenes cada vez más restringidos de un objeto estático y deshumanizado.
La fuerza de esta dicotomía ha forjado históricamente una imagen de "eterno femenino" (sede simbólica de la opresión socio-económica y discursiva de la mujer a lo largo del tiempo): a la imagen de un hombre expansivo, colonizador, agresivo se le contrapone la figura (muchas romantizada, muchas veces denigrada, siempre cosificada) de una mujer resguardada hacia adentro, en su mundo interior (nuevamente, volvemos a la idea de matriz), fragilizada e inhabilitada al menor contacto con un afuera dinámico que, definitivamente, no le pertenece. El mito de la sensibilidad femenina (liviana, vulnerable, esencial) y el de la agresividad masculina (sólida, autodeterminada, transformadora) son ecos reificados de estas imágenes, históricamente construídas.
Inclusive esta dualidad fundamental recorre la médula de nuestra performatividad cotidiana (cómo nos enunciamos a nosotros y a los demás a partir de nuestra propia actitud corporal): el modo de sentarse "propio de los hombres" es expansivo, despatarrado, miembros extendidos, actitud relajada, segura y afirmativa de su propia presencia corporal; mientras que a las mujeres les corresponde sentarse cruzadas de piernas, rígidas y estoicas, censurando y anulando la presencia de su propio sexo, recluídas en sí mismas, patologizando su contacto con el exterior. En su muy recomendable "Género y Performance: tres episodios de un cybermanga feminista queer trans", Beatriz Preciado describe el trabajo de taller de la artista y performer norteamericana Diane Torr en1989, destacada por su propuesta de cuestionamiento y reaprendizaje corporal crítico y consciente de los modos de figurarse e interactuar de las mujeres y hombres en sociedad. Cito textualmente a Beatriz: "(...) Torr muestra que mientras un "verdadero" hombre se sienta con las piernas abiertas ocupando un máximo de espacio, una "verdadera" mujer cruza púdicamente las piernas hasta volverse cuasi-plegable. La masculinidad es, según este análisis performativo del cuerpo, un principio de extensión, mientras que la feminidad aparece como una obligación de pliegue, y en el límite, afirma Diane Torr, una forma de discapacidad y de invisililidad".
:) ¡Aguante Simone!
ResponderEliminar¡Aguante el Castor y Andreuski! Mientras las ostras de los fascículos de la enciclopedia "Life" se alimentan con paciencia, las ostras andreísticas se alimentan con rabia y pasión ;)
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